martes, 19 de mayo de 2009

Peldaños del cielo

Sergio Antoniazzi


En una tarde, un hombre pasa en frente a una catedral y ve un niño acostado en los peldaños de la iglesia. Indignado, el hombre sube por la escalera y se detiene donde el niño duerme. Después, camina hacia las puertas de la catedral. Cuando entra en la iglesia, sus ojos miran el Cristo crucificado en el altar. La imagen del niño está en su mente, al mismo tiempo en que mira el niño Jesús en el pesebre. ¿Cómo creer en aquél Salvador? – se pregunta.

El hombre busca al sacerdote, lo cual aparece de una puerta lateral y queda de rodillas delante del altar, y cuando este se coloca de pie y se vuelve, se encuentra con los ojos del hombre.

_ ¿Lo que desea, hijo? _ Le pregunta el sacerdote.

_ ¿Padre, cómo Dios es capaz de dejar uno de sus niños inocentes dormir en este frío en la puerta de la iglesia, será que Él no puede enviar a alguien que se preocupe con este niño?

_ Él ya lo hizo _ contesta el sacerdote.

_ ¿Deveras? ¿Quién?

_ Estoy delante de él... usted...

Generalmente, las personas, cuando miran las injusticias de este mundo, preguntan donde está Dios, y no entienden que Él siempre está presente, pero no lo buscan, y lo peor es que atribuyen a Dios todo el mal en que solo hay un responsable, o sea, el propio hombre.

Dios nos ha dado el libre arbitrio para escoger entre el bien y el mal, ¿y cuál ha sido la nuestra alternativa?

Antes de decir que “Dios no hace nada”, es mejor preguntar lo que nosotros estamos haciendo.

Job también preguntó donde estaba Dios, y el Señor contestó con una pregunta: “¿Quién eres tú para dudar de mi sabiduría?”

No es Dios que se aleja del hombre, si no que es el hombre que se aleja de Dios.

Muchas veces buscamos a Dios en todas partes, cuando simplemente Él está dentro de nuestro corazón.

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